Hace muchos, muchos años, en España no se conocía la fiesta
de jalogüi, y hace muchos menos años tampoco se conocía. La estación del otoño
era, especialmente en la Región de Murcia, un momento de recogida de frutos
como almendras, nueces, naranjas, mandarinas, oliva; época de elaboración de
productos que contenían otros secados al sol (como el pan de higo) o
transformados mediante su cocción con azúcar en mermeladas, compotas, dulces de
(membrillo, tomate...) u otros postres tan especiales como el arrope de
calabaza y melón o las torrijas, los huesos de santo y buñuelos de viento. Era
una estación muy culinaria y transformadora. Aquí los cambios de temperatura
son en cuatro días y podemos pasar de repente de 30 º a 18 o lo que es lo mismo
de verano a invierno en un santiamén. Este paso se establecía en Todos los
Santos, una festividad muy señalada y querida por los más pequeños, pues como
su crecimiento les impedía repetir ropa del año anterior, ansiaban este día
para estrenar el nuevo vestido, los nuevos zapatos y los nuevos calcetines.
Todo se preparaba para esta fiesta, además de ir a dejar la casa perpetua como
los chorros de oro y mientras nuestra madre limpiaba íbamos interrogándola
sobre quién estaba allí, por qué, cuando, cómo era..., íbamos recogiendo
nuestro pasado, nuestra procedencia y nuestras costumbres. El día esperado,
Todos los Santos, llegaba y en la puerta del Campo Santo estaba el vendedor de
palomitas de maíz y castañas asadas. Tras llegar a casa y ya por la noche, se
desgranaba la mazorca de maíz y se preparaba la sartén con un chorro de aceite,
un vasito de agua y unas gotitas de anís a esto se le añadía un vasito de
azúcar y los tostones (que así se llaman en mi tierra). Se movía y movía hasta
que se consumía el agua y empezaban a explotar, momento este muy especial:
había que bajar un poco el fuego, tapar bien la sartén con una tapadera y
moverla enérgicamente para que no se quemen y exploten todos. Después de este
rato de gloria, a comer. Esto para los más pequeños, para los mayores se tenía
por costumbre hablar en esta época de apariciones, de espíritus, de visitas
invisibles que solo se percibían por el hueco hundido que dejaban en la muñida
cama. Las cruces, los rezos y otros ritos apartaban a los malos espíritus y el
miedo a lo desconocido.
¿Y jalogüi? Es una tradición anglosajona y se introdujo en
los Colegios mediante la teacher que cuenta las costumbres inglesas. Y es que
como nos gusta lo que no es nuestro... Más aún tratándose de fiesta, comercio y
negocio. Pues hemos olvidado hacerle tostones a los niños en casa, ir al
cementerio a recordar de dónde venimos, hacer y comer dulces y productos de la
época. De aquí a unos años nos habremos olvidado hasta de quienes somos,
seremos cualquier cosa, quizás españoles alzhéimicos. Para mejorar esta
enfermedad social recomiendo ejercicio, buena alimentación y reconocimiento
diario de quienes somos. Es bueno trabajar la identidad personal y social.
LA FIESTA DE TODOS LOS SANTOS. Rosario Muñoz. Consejería de Educación (CARM)
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